jueves, 13 de octubre de 2011

PUNTO DE PARTIDA

La historia comenzó en abril de 1994, en el bar “Cordano”, un antiguo y tradicional bar -restorán, ubicado en el jirón Ancash, al frente de la estación de Desamparados, en el centro histórico de Lima. Estaba reunido con un gran amigo tomando la cuarta taza de café para calmar las ansiedades que el trabajo nos producía.  Había que ventilar las ideas y las emociones de vez en cuando porque el sub mundo – y no lo digo peyorativamente - de la prostitución es desgastante.  Yo había trabajado desde el 91 al 93 en el mítico Centro de Salud Antivenéreo, de la cuadra 12 del jirón Puno en Barrios Altos, al cual había llegado para hacer mis prácticas pre profesionales de psicología y para realizar mi tesis de Licenciatura.  

En enero del 94 ya me encontraba en el Callao en el Centro de Salud Alberto Barton que cumple la misma función que su par de Barrios Altos: control médico de las trabajadoras sexuales. Conversábamos, para variar de trabajo, sobre cómo podríamos elaborar estrategias más eficientes y eficaces en asuntos de prevención del SIDA en esta población; cómo introducir mensajes más adecuados e idóneos de prevención que fueran asimilados por ellas. Teníamos ya un par de horas poniendo a prueba las neuronas y todavía nada. Salían cosas pero aún no eran suficientes. Terminamos el café y llegó el triste final de pagar las cuentas. Esa noche para variar pagué yo. Creo que era fin de mes y había algo de dinero aún en los bolsillos. El sueldo magro con que se le retribuye al personal de salud todavía no desaparecía y hasta la fecha las cosas siguen de la misma manera.

Salimos del café y cruzamos Palacio de Gobierno. Era una noche tibia e iluminada por una luna cuarto menguante preciosa. En esa época la hoy llamada Plaza Mayor no estaba tan bella como ahora. El caos aún era extremo y a veces no daba gusto ser un errante contemplador de nuestra romántica ciudad. Aunque el caos siempre me gustó y fue una especie de imán medio masoquista, ese día no estaba dispuesto a soportar tumultos.  Necesitaba pensar y pensar. Luego de media hora de una casi silenciosa caminata llegamos al jirón Huancavelica.  Vimos algunas prostitutas confundidas entre otras mujeres. Había que tener cierta agudeza para diferenciar quiénes eran y quiénes no. Recuerdo que había mujeres jóvenes y no tan jóvenes también; mujeres arregladas y mujeres desarrapadas.  Se notaba cierta tristeza en sus ojos.  ¿O acaso era la tristeza de mi ánimo que veía sus ojos tristes?. No lo sé. Las vi algo desesperanzadas quizás porque era una noche muy oscura y no había clientes.  El frío golpeaba sus espaldas, por eso las veía encorvadas, encogidas como para darse algo de calor.  Nos quedamos pensando. Nos quedamos en silencio unos minutos, nos miramos y lo único que dijimos fue: “sigamos caminando”.

Todo el resto del camino fue en silencio y solo contemplábamos las algo ansiosas calles limeñas, mirando todo, mirando a la gente transitar, mirando las luces y oyendo el bullicio de los autos y el murmullo de la gente. Terminamos en el jirón Quilca, en la cuadra convertida en bulevar y que desemboca en la Plaza San Martín. Dimos una mirada a los puestos de libros y casetes musicales.  Nos sentamos otro instante más en sus verdes bancas metálicas. De pronto, escuchamos gritos, insultos, mentadas de madre, llantos. Volteamos para ver de donde provenía ese bullicio y vimos pistolas y varas en mano y un quepi en el suelo algo pisoteado: era el hotel “Colón” que queda en esa cuadra. Eran cinco adolescentes jugando a ser adultas y media docena de policías jugando a que son la autoridad.  Estas adolescentes eran sacadas en vilo del hotel. Un par de hombres – supongo que clientes – también eran prácticamente arrojados a la calle para luego ser transportados, junto con su miedo, por el porta tropa.      

Esa fue la imagen que necesitábamos, la imagen que permitió variara la tónica del trabajo que se haría en el futuro con estas mujeres. Era casi medianoche y decidimos que en lugar de la brutal represión teníamos que ser nosotros – los ex Centros Antivenéreos y hoy centros de control de ITS del Ministerio de Salud – los que abordáramos a esta población.

Pensamos que una alternativa metodológica de trabajo era ir en la búsqueda de las trabajadoras sexuales en su propio campo laboral y conocer de cerca sus necesidades e inquietudes sobre aspectos relacionados a la salud y evaluar su desenvolvimiento como grupo social con normas, valores e ideología establecida y características culturales. Es importante señalar que las normas de grupo influyen en el proceso cognitivo para la toma de decisiones que resultan decisivas para la modificación de conductas orientadas a la prevención del VIH e infecciones de transmisión sexual (ITS).  Es en base a este paquete valorativo en el que se sustenta esta intervención.

Cuando la interacción entre pares y la ubicación de la importancia de la salud en la escala de valores y autoestima son lo mínimamente sostenibles, se pueden dar resultados alentadores de modificación de conductas que pueden ir desde un uso más continuo del condón hasta acudir a un establecimiento de salud periódicamente para el control de la salud.


No basta que las trabajadoras estén seguras, crean o sepan que el condón los puede proteger de las ITS y de la infección VIH, sino que además deben estar convencidas de su capacidad para negociarlo, proponerlo o exigirlo a sus clientes; integrarlo como parte del servicio que ofrece y concientizarse en que sanas tienen más posibilidades de cumplir sus objetivos trazados.

ALVARO GARCIA CORDOVA

1 comentario:

  1. Será que la trabajadora sexual podrá negociar cuando por un lado tiene una necesidad económica y la urgencia de cubrirla, y por otro lado tiene un cliente que le exige ciertas maneras de goce sexual? Además, será posible que la trabajadora negocie, tomando en cuenta todas de sus carencias de orden cognitivo y hasta emocional? Será que la trabajadora sexual comprende el sentido de riesgo de una enfermedad cuando el riesgo más inmediato de ella es llegar a casa sin que la hayan asaltado o violado rumbo a casa?

    Personalmente creo que sí será posible llegar a eso, no sé cuando, pero cuando leo que aun hay personas que se dedican a este tipo de empresas pienso que las cosas no están definidas y que estamos en un camino de divergencias positivas frente a aquellos, que como los policías y aquellos quienes los mandan, ven en esas dignas mujeres una lacra social más que extirpar. Y, por el otro lado, aquellos que, dentro de los problemas sociales que enfrenta una sociedad, ven una manera de retornar en algo positivo justamente esa falla y carencia que la sociedad misma clavo sobre las que ahora castiga.

    Si pudiéramos ser un poco más justos devolveríamos un poco más a las que justamente están intrincadas en un laberinto social, que, por otro lado, aun no devuelve una posición justa para esas que no tienen nombre o que, más claro aun, les han quitado el nombre.

    "Bota a las putas de ahí" sería exactamente la frase que grafica lo que se les hizo desde hace mucho tiempo, quitarle la posición, quitarle el sentido y quitarle el nombre.

    Ojalá haya más de esto por leer.

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