SALONES DE MASAJE (PARTE FINAL)
CAPITULO 10
Los salones de masajes se ubican en el nivel socioeconómico medio-bajo y medio-medio. La mayoría de estos salones están administrados por mujeres que a la vez son o han sido prostitutas del local o de otros locales, es como una especie de escalafón, como un ascenso por meritocracia.
En algunos casos hay un solo dueño para una cadena de salones de masajes (algo así como los supermercados Metro, Wong, Totus), la prueba de ello es que algunos de los vigilantes o "campanas" rotaban de un local a otro y al preguntárseles por ello, manifestaban que eran del mismo dueño. Y los rotan, como norma estratégica, para que no se involucren – afectiva ni sexualmente - con las mujeres del local.
En los salones de masajes de nivel medio-medio, los cuartos son medianamente amplios y de concreto, presentan una mayor higiene y los colchones son limpios al igual que las sábanas, cuentan con una sala de espera para la espera ansiosa de los “parroquianos”.

El cierre de estos locales por parte de las Municipalidades fue otra de las dificultades que pudimos comprobar. Recordemos que en los años 1993 y 1994, la Municipalidad de Lima realizó una campaña sistemática de cierre de estos locales, supuestamente como medio de captación de votos y una limpieza general de la ciudad de los supuestos personajes “lastres” que invaden el centro histórico de Lima. No vamos ahondar sobre esta política, sólo señalaremos que afrontar un problema tan profundo, que coge todas las ramas de la ciencias sociales y médicas, y confrontarlo desde la exclusiva óptica de la moral y la ley es un tremendo error que no hace otra cosa que ahondar más el problema en lugar de solucionarlo. El cierre de estos locales generó que las prostitutas de esos locales se fueran a trabajar a los locales que aún quedaban abiertos – y que no iban a ser cerrados porque la ley no es equitativa para todos, eran salones que tenían su “ángel protector” (policías, jueces, personajes influyentes que impedían el cierre de estos locales) - lo que ocasionó su hacinamiento. La competitividad entre ellas aumentó considerablemente así es que tuvieron que recurrir a excentricidades sexuales y a la desprotección, es decir, al no uso del condón, lo que fue plenamente aceptado por los apostadores clientes que arriesgaban, en un intercambio de caricias y placeres, un futuro con VIH y Sida.
Esta peculiar medida de control de la prostitución nos llevaba a encontrar en horas de la noche particulares escenas algo chocantes, como ver locales sin puertas y en su lugar ladrillos y cemento que la tapiaban; en otras ocasiones no sólo no habían puertas, sino que su interior estaba derruido: baños, lunas, ventanas, corte de agua e instalaciones eléctricas deterioradas, fumones consumiendo drogas, sexo explícito entre personajes convertidos en sombras envueltos de humo, sudor y mugredad. Los ojos sufren a veces con tan magro espectáculo…
El abordaje educativo consistió en acudir a dichos salones de masajes en horas donde la afluencia de clientes era baja para permitir una comunicación más directa, específica y donde la atención sobre los mensajes transmitidos fuese la más adecuada. Se usó el mismo sistema que el usado con las prostitutas callejeras, un miembro del equipo de salud indagaba sobre inquietudes y necesidades de ellas y daba la información correcta, otros repartían los folletos, condones, café, galletas y se realizaba el censo del local.

ALVARO GARCIA CORODVA
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